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martes, 28 de mayo de 2013

El Clasicismo de Picasso

Retrato de Olga en un sillón de Picasso
Pablo Picasso, Retrato de Olga en un sillón, 1917
Efectivamente, esta obra es del genio cubista. Los trabajos realizados entre los años 1916 y 1924 se cuentan entre los fenómenos más desconcertantes de su obra completa. Mientras pintaba obras como ésta, Picasso seguía experimentando con el cubismo sintético.

Siendo ya en 1916 un artista consagrado, gracias a sus contactos, pudo penetrar en el mundo del ballet y el teatro. Así, estableció estrechas relaciones con la alta sociedad, y pudo visitar Nápoles y Pompeya y admirar los originales de las obras de arte más importantes de la antigüedad clásica. La primera participación que tuvo en el teatro fue a través de los bocetos para el telón, el decorado y el vestuario del ballet "Parade":

El telón de "Parade" de Picasso
Pablo Picasso, El telón de "Parade", 1917
La obra con la que inaugurará una sucesión de lienzos con una gran voluptuosidad en las formas de las figuras, será La siesta, que no es más que una versión del cuadro de Van Gogh del mismo título: 

La siesta de Picasso
Pablo Picasso, La siesta, 1919
La siesta de Van Gogh
Vincent Van Gogh, La siesta, 1890
El nacimiento de su hijo Paul en 1921 motiva al artista a seguir pintando en la misma dinámica clasicista y, además, incluir en su obra el tema de la maternidad. A esta etapa de Picasso pertenecen muchos de sus lienzos más sobresalientes y mundialmente conocidos. No hay más que comentar en ellos que la pureza que desprenden las figuras, el haz de luz que envuelven a algunas o la combinación de claroscuro tan magistralmente plasmada en las formas:

Mujer e hijo a orillas del mar de Picasso
Pablo Picasso, Mujer e hijo a orillas del mar, 1921
Familia a orillas del mar de Picasso
Pablo Picasso, Familia a orillas del mar, 1922
Dos mujeres corriendo en la playa (La carrera) de Picasso
Pablo Picasso, Dos mujeres corriendo en la playa (La carrera), 1922
La flauta de Pan de Picasso
Picasso, La flauta de Pan, 1923
Como vemos, estamos ante el pintor más prolífico de la historia del arte. Nunca dejó de reinventarse. Aún cuando ya creía haber alcanzado la gloria con la revolución pictórica del cubismo, Pablo no siguió explotando esa línea eternamente, sino que comenzó a depurar las formas y a teñirse durante unos años del neoclasicismo imperante hacía un siglo.

Esta etapa la culminan dos obras inacabadas, de un estilo similar al de la obra con la que se inaugura el ciclo clasicista (Retrato de Olga en un sillón):

Paul vestido de arlequín de Picasso
Pablo Picasso, Paul vestido de arlequín, 1924
Arlequín sentado (El pintor Jacinto Salvado) de Picasso
Pablo Picasso, Arlequín sentado (El pintor Jacinto Salvado), 1923

martes, 19 de febrero de 2013

Etapa cubista de Picasso

 Las Señoritas de Avignon (1907)

Y llegamos al culmen de la obra de Pablo Picasso. El cubismo fue una consecuencia natural del afán del artista de ir limitando y reduciendo las figuras hasta lograr articularlas según unos pocos bloques. Y tras una serie de estudios previos, 809 exactamente, se embarcó durante más de nueve meses en la realización una de las obras más significativas de la historia del arte: Las Señoritas de Avignon. No se ha conocido ningún otro cuadro que haya sido preparado por su autor con tanta dedicación como lo fue éste.

Esta obra marcó un punto de inflexión en la historia de la pintura, puesto que rompe con la concepción del espacio y las formas que desde el Renacimiento se había establecido como modelo. El lienzo, cuyo título suscita la confusión con la ciudad francesa, reproduce el interior de un burdel situado en la Carrer d´Avinyó, en Barcelona. Vemos a cinco prostitutas, que se muestran insinuantes al posible cliente. Lo que más nos llama la atención es que la representación de cada una de ellas se realiza desde varios puntos de vista simultáneamente. Además, no se trata de mujeres de rostro afable, sino todo lo contrario: son mujeres terribles. Esta deformidad se puede apreciar claramente en la figura de la izquierda y en las dos de la derecha. En una lectura más profunda podemos adivinar en estos rostros las influencias del arte de las civilizaciones clásicas, como Egipto o la Grecia arcaica, así como de la cultura africana, sobre todo ésta última en las dos mujeres de la derecha, que parecen llevar máscaras africanas en las que se dibuja sus caras de frente y perfil.

 El punto álgido de la obra en cuanto a representación se refiere, se encuentra en la figura agachada de la derecha, donde Picasso realiza un majestuoso alarde de cubismo. Aquí vemos a una mujer de espaldas, pero cuya cara se nos muestra de frente, mirándonos con unos ojos asimétricos que atemorizan, y que configuran las dos partes de un rostro en el que podemos distinguir el propio perfil.

Todo se reduce a formas geométricas. Las cinco mujeres se hallan en un espacio plano, sin profundidad, de fondo azul interrumpido por una cortina roja a la derecha. Parece que avanzan hacia el espectador, exhibiendo sus cuerpos y mostrándose con naturalidad. Compositivamente, la obra podría dividirse en tres partes: por un lado, la figura de la derecha que camina hacia el final del cuadro, situada justo en la terminación de la cortina; por otro, las dos centrales sobre el fondo grisáceo, que comparten una postura similar; y por último, las dos de la derecha, más radicales que el resto, constituyendo así una separación brusca con respecto a sus compañeras.

En el centro del lienzo apreciamos una naturaleza muerta sobre una mesa, de la que se nos muestra una esquina ascendente. Podría ser este un intento de otorgarle cierta sensación de profundidad a la obra. Al menos, dirige la mirada del espectador hacia arriba, para dar con la figura más esbelta de las cinco.

La monocromía de la obra resulta incluso agresiva en sus ligeras variaciones, sirviendo para distinguir todas las partes de un todo. A esta distinción también contribuyen líneas, gruesas y finas, así como sombras que alcanzan su protagonismo en la parte derecha del lienzo.

Picasso, con esta obra con la que abre el cubismo, pone en tela de juicio el carácter imitativo de la pintura, reivindicando una suerte de autonomía en el arte, una capacidad para independizarse de su modelo. ¿Por qué ha de considerarse más perfecta o más bella la obra que mejor imite la realidad? ¿Por qué dejamos que sea la realidad la que nos imponga los límites en la representación? Picasso se acerca al lienzo con gran libertad, creando, no imitando, respondiendo al canon que, de manera coherente, ha creado su imaginación. Llegados a este punto cabe reflexionar sobre el amplio campo al que se aplica la palabra "arte". ¿Qué es más artístico, un cuadro cubista abstracto de Picasso o cualquiera del realismo barroco? ¿Qué tiene más mérito? El etiquetado que realizan los críticos de arte contemporáneo no es sino un compendio de sus propias miradas individuales en proceso de intelectualización elitista. Intentan justificar la pertenencia de la obra a la alta cultura, luchando contra la tendencia natural del espectador medio a dejarse llevar por el virtuosismo técnico. Sin embargo, nosotros, los espectadores medios, convivimos hoy en día rodeados de tanto arte contemporáneo que, sin querer, nos hemos sentido atraídos por el simple placer contemplativo, ausente de significados, muchas veces impuestos a posteriori por expertos con la intención de colocar la obra en un nivel superior, incluso inaccesible para el resto.

Siguiendo la línea de su vida, en el verano de 1908 se muda con Fernande a la Rue des Bois, en la zona norte de París. Un año más tarde comienza su etapa de "cubismo analítico", inaugurada por Panes y frutero con frutas encima de una mesa. En esta evolución del cubismo vemos cómo se abandona la perspectiva central y las formas se fragmentan en numerosos planos. Picasso se encuentra en la que será la etapa más productiva de su carrera. Por primera vez, expone en Alemania.

Panes y frutero con frutas encima de una mesa (1909). Lo interesante de esta obra no es la transformación de las formas en cubismo, sino su total metamorfosis: el motivo en el que se inspira no son los objetos que vemos sobre esta mesa, sino una sociedad carnavalesca en un bar.

Le réservoir (Horta de Ebro), 1909

Mujer con peras (Fernande), 1909

El ejemplo más sobresaliente de este cubismo analítico se encuentra en el retrato que Picasso realizó del comerciante de arte Vollard. En la obra se aprecia una descomposición de la figura en fragmentos que lo analizan. Cada fragmento se une con los de alrededor en una relación armoniosa que no impide que se de deje de prestar atención a cada parte para poder ver el todo. A ello se le suma la combinación de claroscuro tan impactante que destila la obra, y que parece reflejar la propia alma del retratado.

Retrato de Ambrosie Vollard (1910)

En 1911 tiene su primera exposición en Nueva York, y en verano se instala con Fernande en Ceret. Su relación no estaba pasando por el mejor momento, y, además, Picasso acababa de conocer a Eva Goudel, a la que cariñosamente llama "Ma Jolie". Dos años más tarde, con Eva a su lado y su padre fallecido, Picasso crea una serie de obras maestras, realizadas de manera sencilla pero genial, en las que usaba elementos como periódicos y partituras, mostrando así su debilidad por el collage.

 
Violín colgado en la pared (1912)

Violín y partitura (1912)

 
Violín en el café (1913)

Violín (1913/1914)

Picasso abandona progresivamente el cubismo analítico para internarse en el "cubismo sintético", donde la obra de arte camina hacia la escultura, ya que se trata de componer (proceso contrario al cubismo analítico), y esto lo hace con distintos materiales que le otorgan un aspecto tridimensional. Dio con una nueva forma de arte: la "assemblage", una traslación del collage. Ya en 1912 preludia esta etapa con su Naturaleza muerta con trenzado de silla, para acabar en el objeto que resume la esencia del cubismo sintético: una construcción de chapa, de aproximadamente un metro de altura, titulada Violín.

Naturaleza muerta con trenzado de silla (1912)

Violín (1915)

El cubismo había llegado con objetos como este a su etapa final, y Picasso dejó así una huella en el arte moderno eternamente rescatada por artistas posteriores de todas las tendencias. Con esta aportación, Pablo Ruiz Picasso se convirtió en el héroe del arte del siglo XX.

martes, 14 de febrero de 2012

Periodo Rosa de Picasso

En abril de 1904, con 23 años, Picasso se trasladó definitivamente a Francia, estableciéndose en un taller de la Place Ravignan, de la Butte de Montmartre. Allí conocerá a Fernande Olivier, quien será su amante durante siete años.

Fernande Olivier, amante de Picasso desde 1904 hasta 1911.

Una vez asentado en Francia, Pablo comenzó a entablar una relación más estrecha con los artistas del Montmartre, con amigos de la colonia española y con los representantes de la vanguardia literaria de París. Las reuniones mantenidas con estos últimos tenían lugar en el café "Closerie des Lilas", y estaban protagonizadas en su mayoría por el escritor y publicista Guillaume Apollinaire, quien solía comentar muchas de las obras de Picasso, contribuyendo de esta manera a la expansión de su nombre.

La temática de esta etapa de la obra de Picasso es la vida circense, que encuentra su justificación en las frecuentes visitas al circo Medrano. Allí se encuentra con un mundo de color, protagonizado por saltimbanquis, acróbatas y arlequines, pero que, lejos de llenar sus lienzos de alegría como muchos suponen en este periodo, no dejan de imprimirles ese halo de misterio y tenebrosidad que hallábamos en su anterior periodo. El notable cambio en este ciclo, apartando la temática, se encuentra también en su paleta, que abandona los tonos fríos para refugiarse en los cálidos, sobre todo en el color rosa.


En el "Lapin Agile" (Arlequín con copa), 1905

En esta obra vemos claramente la transición entre el Periodo Azul y el Rosa. Se trata de un retrato de una mujer y un arlequín en el bar "Lapin Agile", sitio que frecuentaba Picasso. No vemos interacción entre las dos personas, sino una relación fría y distante, puesto que cada uno tiene su mirada puesta en el vacío, en un ángulo muerto de aquel bar. Lo que nos hace clasificar este lienzo como perteneciente al Periodo Rosa es el personaje del arlequín y los colores empleados, mucho más cálidos, como los rojizos y amarillentos. Sin embargo, Picasso nos sigue mostrando el espíritu de abatimiento que reinaba en anteriores obras, como La bebedora de Ajenjo. Son personajes cansados y tristes, que se refugian en un bar.

Madre e hijo (saltimbanquis), 1905

Familia de acróbatas con mono, 1905

La obra que recoge la esencia de este periodo es, sin lugar a dudas, La familia de saltimbanquis, cuyas dimensiones alcanzan los dos por dos metros. El poeta austriaco Rainer Maria Rilke, quien vivió durante algún tiempo en la casa de la entonces propietaria del cuadro, expresó su impresión sobre el mismo con estas palabras: "Pero, quiénes son los trashumantes, dime, estas gentes aún más fugitivas que nosotros mismos..."

La familia de saltimbanquis, 1905

Picasso decidió tomar algunos de los personajes que ya habían aparecido en obras anteriores de esta etapa, y combinarlos en un mismo lienzo. Realizó la composición a modo de estudio, y no contento con el resultado, cambió completamente todos los personajes y su disposición y decidió volverlos a pintar sobre la misma tela.

El motivo principal de este cuadro son los cuatro juglares masculinos, siendo uno de ellos el niño juglar, aunque ahora fuertemente modificado en la figura de una niña pequeña. Vemos el cuadro claramente dividido en dos partes: por un lado, la unidad familiar representada en los cinco miembros de la izquierda, y por otro, la solitaria joven de la derecha. La aparente lógica de la composición queda totalmente desmontada en un primer análisis: los personajes se hallan en un entorno confuso, representados, cada uno, a través de diferentes perspectivas en las que sus pies nos les marcan su correcta posición. Además, a la figura central de la obra, el bufón obeso vestido de rojo, le falta la mitad de la pierna derecha. 

De nuevo, como en todo este periodo, a pesar de ver una paleta clara de colores cálidos, los personajes no  muestran felicidad alguna. Sus miradas se dirigen a puntos diversos del espacio, sin establecer comunicación entre ellos. Están juntos, son una familia, pero hay mucha distancia sentimental entre los miembros, distancia que pasa del plano psíquico al físico en la figura de la derecha.

El aseo, 1906


Autorretrato con paleta, 1906.

En 1906, Picasso consigue vender la mayoría de sus cuadros "rosa" a un mismo comprador, y, por primera vez, puede disfrutar de una posición económica desahogada. Ese mismo año visita a sus padres en Barcelona, acompañado de su amante Fernande. Después, ambos parten a Lérida, donde el artista pinta El aseo, y Autorretrato con paleta, dando fin a el Periodo Rosa, que abrirá el camino hacia ciclo por el que Picasso ha sido mundialmente reconocido y a uno de los periodos más importantes de la Historia del Arte.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Periodo Azul de Picasso

Picasso en París a los 23 años (1904)

La época de Picasso que me dispongo a narrar, sucede a caballo entre Barcelona y París, culminando con el definitivo traslado del artista a la capital francesa en 1904.

En un tiempo en el que Henri Matisse estaba experimentando con lo que después se conocería como Fauvismo, estilo caracterizado por la simplicidad de las formas y los colores llamativos, Pablo Picasso comenzó a retratar rostros y situaciones cargados de pobreza y melancolía, y todo ello sugerido a través de una paleta fría y casi monocroma. La obra en la que se comienza a perfilar dichos rasgos de la pintura de esta época es La bebedora de ajenjo. Sin embargo al Periodo Azul le dan la bienvenida cuadros como La entrevista (Las dos hermanas), cuyo boceto ya lo trazó en 1901.

La bebedora de ajenjo, 1901. El desasosiego que esta escena transmite será explotado a lo largo de todo el periodo. Aquí vemos ya el predominio de distintos tonos de azul que intentan enmarcar la expresión angustiosa de esta mujer, hacia cuyo rostro, para añadirle más dramatismo a la escena, trepan sus dos enormes y delgadas manos.

Las dos hermanas, 1902. El color azul inunda esta obra. Se trata de dos mujeres, una de ellas con un bebé en brazos al que solo le podemos ver la mano y parte de la cabeza, cuyas figuras reflejan abatimiento y desesperación, pero que intentan darse consuelo la una a la otra. La angustia sobrecogedora de esta imagen se complementa con sus vestiduras (túnicas o mantas para protegerse del frío, pies descalzos y cabeza cubierta por un pañuelo) y por el paisaje: una fría noche en lo que parece ser un patio de paredes desnudas. Gracias a esta descripción gráfica, podemos afirmar que son dos reclusas de la prisión femenina de St. Lazare (París), a la que Picasso tuvo acceso en 1901 y donde quedó impresionado por tal desconsuelo.


Sin lugar a dudas, el punto culminante de esta etapa lo marcó La vida, pintado en 1903. En este lienzo, la maestría del Periodo Azul alcanza sus cotas más elevadas, ya que la soledad y pobreza de los personajes, de apariencia fría, se muestra a través del patetismo de los cuadros que Picasso representa al fondo de la escena. En primer lugar, es importante destacar que la figura masculina de la izquierda se trata de un retrato del amigo del artista, Carlos Casagemas, que se había suicidado dos años antes en París. El sereno y melancólico aspecto que transmiten los personajes es perfectamente compatible con el drama de sus miradas, que están contando una historia. Los trémulos y pálidos cuerpos desnudos que se abrazan a la izquierda guardan una inquietante distancia, resaltada mediante la mano del varón, con la firme mujer de la derecha que sostiene en brazos un bebé. Y es en esa distancia donde se muestra el tormento interior de los personajes, gracias a los dos grandes lienzos que inundan la lúgubre estancia. En definitiva, la obra se presenta como una ventana a la que el espectador puede asomarse y trazar el hilo argumental de una tragedia basada en las sensaciones que el cuadro provoca.

La vida, 1903.

Los pobres a la orilla del mar, 1903.

El guitarrista ciego, 1903.

La planchadora, 1904. En esta escena y en la anterior los personajes comparten la misma postura, una patética contorsión de sus delgados cuerpos que hace que el espectador viva el dramatismo de la obra.

La Celestina, 1904.

Hemos asistido a los tres años de la vida de este gran artista en los que la monocromía de su paleta fue capaz de impregnar el lienzo de un amplio abanico de sensaciones. En 1904 se traslada definitivamente a París, y a partir de entonces dejará de representar estos personajes cargados de miseria para dar paso a un mundo mucho más alegre inspirado en la vida circense, dando fin al Periodo Azul.

domingo, 30 de octubre de 2011

Picasso dando sus primeros pasos

Picasso en 1896, a la edad de 15 años.

Pablo Ruíz Picasso nació en Málaga, y allí comenzó a asistir a la escuela a los cinco años. La enseñanza secundaria la tuvo que retomar en La Coruña, puesto que toda la familia se mudó a esta ciudad a causa del nuevo empleo de su padre: profesor en la escuela de arte "La Guarda", donde enseñaba a su hijo. Sin embargo, Picasso completaba su formación artística en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Barcelona, a la que estuvo asistiendo durante dos años desde 1895. Es en esta época donde ya podemos observar la grandeza del artista desde una edad tan temprana. Los lienzos en los que figuran numerosos rostros a modo de estudio de cabezas humanas son de una calidad sublime cuya autoría pocos asocian a un niño de catorce o quince años.

Retrato del padre del artista, 1896.

Retrato de la madre del artista, 1896

Primera comunión, 1896

Ciencia y caridad, 1897

Evidentemente, estas obras poseen el academicismo propio de alguien que está dando sus primeros pasos en la pintura. La relación entre ellas y el sello de identidad del autor podría ser el predominio de los tonos ocres y la pincelada gruesa. Como vemos, el estilo por el que Picasso pasó a la posteridad como uno de los más grandes en la historia del arte no surgió de la nada, sino que fue el resultado de un proceso. Picasso se creó a sí mismo, y es ahí donde reside su arte.

En 1897, el padre de Picasso envió a su hijo a Madrid, a la Academia Real de Bellas Artes, pero el pintor, decepcionado con el curso, prefería copiar a los grandes maestros de las obras expuestas en el Museo del Prado a asistir a clases, por lo que abandonó sus estudios al años siguiente. De este modo, y aún sabiendo que se podría enfriar la relación con su padre, que siempre había empleado todos sus recursos en una formación académica para su hijo, Picasso decidió emprender su propio camino como artista independiente sin haber cumplido aún los 17 años.

Pablo eligió Barcelona como sede de su formación, sintiéndose atraído por el desarrollo artístico de esta ciudad, que no se había quedado anclada en la tradición académica de Madrid. En la capital catalana no le costó hacerse un hueco, puesto que ya poseía una cierta reputación gracias a sus cuadros Ciencia y caridad y Primera comunión, que habían sido expuestos en Madrid.

Allí, comenzó a asistir a las tertulias del café "Els Quatre Gats" (Los Cuatro Gatos), un local de artistas fundado por algunos líderes del Modernismo donde se celebraban exposiciones periódicas. Una vez establecido en Barcelona, comenzó a viajar a París. El artista por el que más se sintió atraído fue Toulouse-Lautrec, adoptando su técnica en obras como Le Mouline de la Galette.

 
Le Moulin de la Galette, 1900

Como consecuencia de estos viajes periódicos a París, Picasso aprendió y se dejó influenciar por artistas como Monet, Gauguin, Van Gogh, Pissarro o Degas. Sin embargo, no se limitaba a copiar el estilo de cada uno de ellos, sino que lo adaptaba a sus esquemas mentales y lo plasmaba sobre el lienzo creando nuevas combinaciones con un sello propio. La obra con la que culmina esta primera época, conocida como Estado Pre-Picassiano, es Pierreuse, la mano sobre el hombro, protagonizado por una figura descentrada e inclinada hacia el espectador en la que podemos apreciar una lucha armoniosa entre los pinceles de Van Gogh y Gauguin.

Pierreuse, la mano sobre el hombro, 1901

domingo, 23 de octubre de 2011

Comienza el recorrido por su vida...

Desde que creé este blog he intentado atrasar la redacción de una o varias entradas dedicadas al más grande dentro de la pintura contemporánea. La razón es simple: no me atrevía, y no me atrevía porque no me veía capacitada, o con el conocimiento necesario, para abordar toda su obra. Tenía y sigo teniendo miedo.

Pero hoy siento que ya ha llegado el momento: no puedo seguir escribiendo en un blog de arte contemporáneo si él no está presente en el archivo de mis entradas. Es imposible.

¿Por qué? ¿Quién es? ¿Es acaso el padre de toda la pintura contemporánea? No ¿Es la clave sin la cuál no se entiende el resto? Casi. Es el artista que concentra todos los estilos contemporáneos en su persona, creando uno propio y reinventándolo continuamente. Es el artista que puso todos los "ismos" al servicio de su obra. Él es la esencia del arte del siglo XX, y, además, uno de los más destacados en la historia del arte universal.

Equiparable a Miguel Ángel en el Renacimiento, se encuentra Picasso en el siglo XX, y aquí comienza el recorrido por su vida y obra...