jueves, 24 de marzo de 2011

Cómo fotografiar el alma...


Hoy os voy a presentar a un artista, pero no es pintor, escultor ni arquitecto: es fotógrafo. Su nombre es Manuel Libres Librodo ("Manny") y es de origen filipino.


Librodo no utiliza composiciones artificiosas ni efectos especiales en sus fotografías, pues no es tal su intención. Él únicamente viaja alrededor del mundo y plasma en una imagen aquel rostro que le cuente una historia. Todos sus trabajos inspiran una ternura e, incluso, una conmoción inusitadas.


Los países que visita son, en su mayoría, países donde un alto porcentaje de la población vive en  unas condiciones de pobreza preocupantes (Filipinas, India, Egipto, China...). Si visitamos su obra, podemos hallar dos tipos de fotografías: las tomadas a gente de la calle en sus actividades cotidianas, y las que retratan a modelos, no reconocidas, sino mujeres autóctonas que destacan por su espectacular belleza, representativa del país de donde proceden.

         

Por lo que respecta a los transeúntes de estos países, son personas que, lejos de pedir auxilio a través de su mirada, transmiten una gran serenidad y alegría, pese a sus palpables desgracias.






Pero, sin lugar a dudas, por lo que más destaca Librodo es por la capacidad de capturar a través de la cámara un grado de intensidad de sentimientos sublime, reflejado en la mirada de la persona fotografiada, en cuyo brillo de ojos podemos apreciar la sombra del mismo artista tomando la fotografía.





El trabajo de Librodo me ha servido de inspiración en varias ocasiones, haciéndome sentir obligada a plasmar sobre el papel lo que su cámara me muestra:







martes, 8 de marzo de 2011

Vida y obra del espíritu de la pintura barroca



Hoy me voy a apartar de la pintura contemporánea para dar un vistazo hacia atrás y rescatar a uno de los grandes pintores barrocos. Después de algunas nociones sobre la pintura surrealista de Dalí y Frida, me gustaría analizar el, posiblemente, realismo más extremo (sin alcanzar el actual hiperrealismo) plasmado en el lienzo: las obras de Caravaggio (1571-1610).
En lugar de centrarnos en una obra determinada, describiremos la aportación de este artista a la historia del arte y haremos un breve recorrido por su vida.

ESTILO DE CARAVAGGIO
Caravaggio representa el espíritu de la pintura barroca, caracterizado por su deseo de realismo, que hará de esta figura el fundador del Naturalismo, es decir, la toma de la naturaleza como fuente de inspiración. El Naturalismo que empleaba se demostraba, por ejemplo, en el uso de modelos de la calle en sus obras, personas reales como prostitutas o vagabundos. Fue esto precisamente lo que hizo que su obra se viera rechazada por la sociedad de su época, incapaz de aceptar un arte que no fuera clasicista.
La muerte de la Virgen, 1606. Obra perteneciente a su estilo maduro (1600-1606). Según algunos, para retratar a la Virgen, la mujer tendida de rojo en la cama, tomó como modelo a una prostituta que se había ahogado en el Tíber, de ahí el hinchazón de su vientre.

SU INFANCIA Y JUVENTUD
Su verdadero nombre es Michelangelo Merisi, y nació el 29 de septiembre de 1571 en Caravaggio, pueblo perteneciente a Bérgamo. Fue fruto del segundo matrimonio de Fermo Merisi, “magister” (arquitecto-decorador) del marqués de Caravaggio. Sus primeros años sucedieron en Milán, continuando allí en 1576, cuando la peste asoló la ciudad y se llevó con ella al padre y al tío del pintor. La madre de Michelangelo pasó entonces grandes dificultades para sacar a sus cinco hijos adelante.
En 1584, Michelangelo ingresó en el estudio de Simone Peterzano. Fue a los dieciocho años cuando el artista decidió trasladarse a Roma, comenzando así su fase inicial (1590-1599). Durante esta estancia en Roma pinta sus famosos cuadros El tañedor de laúd, Baco, Los músicos o Narciso. Aquí comienza ya a tomar como modelos a personas de la calle. Esta etapa de juventud no fue fácil para Michelangelo: contrajo la fiebre romana, consiguió pocos encargos, y, además, debido a sus dificultades económicas, no era de extrañar verlo vagabundear por las calles de Roma.
El tañedor de laúd (1593-1594)

Los Músicos (1595-1596)

Narciso (1598-1599)


MADUREZ EN ROMA
El estilo por el que ha pasado a la historia se consolidará a partir de 1600, cuando comienza su periodo maduro al realizar las dos grandes encargos religiosos La crucifixión de San Pedro y La conversión de San Pablo, ambas encargadas para decorar la capilla Cerasi en la iglesia de Santa María del Popolo en Roma, y El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo para San Luis de los Franceses.
La crucifixión de San Pedro (1600-1601). Destacamos aquí las cotas de realismo alcanzadas en la plasmación de la suciedad en los pies de la figura de la parte de abajo.


Vocación de San Mateo, 1601. En esta obra ya vemos el estilo de Caravaggio totalmente consolidado. Su gran aportación al arte aparece claramente en este cuadro: el tenebrismo. Se trata de un tratamiento revolucionario de la luz, donde un foco muy intenso cae en diagonal sobre los personajes de la obra. Se trata de una luz irreal, pero que acentúa las composiciones en diagonal propias del Barroco. Los efectos  del claroscuro son tan intensos que las partes del lienzo que permanecen en penumbra apenas se distinguen. Lo que más nos puede llamar la atención de este cuadro es que Jesús, el personaje de la izquierda que señala con el dedo, es un personaje secundario, envuelto en la oscuridad, de manera que todo el protagonismo recae en San Mateo, hacia donde se dirige el foco de luz.                               

Detalles:
      

Este personaje puede que se trate de Mario Minetti, modelo muy recurrente en su obra.



EL DELINCUENTE
Pero estos años de intensa producción (1600-1606) también estarán marcados por enfrentamientos con la justicia. En primer lugar, un cierto Giorolamo Spampa puso una demanda porque Caravaggio le había herido con una daga después de haber criticado las obras de San Luis de los Franceses. Más tarde, Caravaggio fue condenado por haber escrito unos sonetos difamadores sobre su pintor enemigo, Baglione, y fue arrestado por ello. A su salida de la cárcel, terminó su David con la cabeza de Goliat.

Un turbulento caso le llevó a huir de Roma a Génova: por la modelo de uno de sus cuadros (Virgen de Loreto, 1604-1605) rivalizaron Caravaggio y uno de sus clientes, notario de profesión, quien resultó herido de muerte por parte del pintor.

Cuando se retiró la demanda, Caravaggio volvió a Roma para terminar este cuadro. Pero allí otro altercado hizo que tratase de nuevo con la justicia, pues una noche en la que estaba cenando en una taberna, el alcohol había influido tanto en él que lanzó un plato ardiendo contra el camarero, lo que originó un enfrentamiento en el establecimiento. Sin embargo, para su asombro, le fue encargada poco después una Virgen para San Pedro, para su colocación en el altar de la capilla de la Confraternidad de los Palafreneros: Virgen de la serpiente (1605-1606). Pero, al usar como modelo la misma muchacha por la que rivalizó tiempo atrás con el notario, su obra se vio rechazada.


PERSECUCIÓN Y MUERTE
Su definitiva huída de Roma se produce tras un oscuro suceso: había matado a un hombre. Un sargento de la Corte aparece muerto en un callejón con un fuerte golpe en el cráneo. Caravaggio fue ajusticiado y encarcelado, pero se fugó. No escarmentando, el 29 de mayo de 1606  mata en el Campo de Marte a un adversario al que acusa de haber hecho trampas en el juego. Roma lo condena a muerte, y ordena su ejecución en cualquier ciudad en la que se encuentre el pintor. Comienzan así sus años de vida errática (1606-1610).
En estos años, Caravaggio deja obras en todos los lugares en los que se refugia: Nápoles, Malta, Messina y Palermo. No obstante, no deja de cometer delitos. A finales de 1609 se instala en Nápoles, donde pinta un Martirio de Santa Úrsula, probablemente su última obra. Allí es víctima de un atentado, lo que provoca que en Roma se difunda la noticia de su muerte. Pero el pintor no ha muerto, ha abandonado Nápoles en barca, apareciendo días después sin vida en la playa, sin haber cumplido aún los cuarenta años.

Lo más irónico del destino es que, al poco tiempo de morir, el papa Pablo V, estampó el sello sobre el documento que concedía el indulto a Caravaggio.