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Salvador Dalí, El gran masturbador, 1929 |
"Representaba una gran cabeza lívida y cérea, con las mejillas rosadas y largas pestañas. La inmensa nariz se apoyaba en el suelo. La boca estaba reemplazada por un saltamontes con el vientre en descomposición plagado de hormigas. La cabeza terminaba en una ornamentación de estilo 1900" Salvador Dalí.
Nada mejor que las propias palabras del autor para el comentario de esta
obra de 1929. Dalí posee una ventaja que no muchos pintores tienen:
escribió mucho sobre sí mismo y su obra, por lo que analizarlo resulta tremendamente sencillo. Él nos dejó ya todo el trabajo hecho. Así pues, no es tanto su obra como su propia figura la que es susceptible de ser descifrada. ¿Egocéntrico? No cabe duda; pero
disfrutaba del egocentrismo de un genio.
Recientemente, Salvador había conocido a
Gala, la que fue el amor de su vida. Y fue este sentimiento el culpable de que el
excentricismo del autor se canalizara por otra vía:
"Ella sería mi Gravida ("la que avanza"), mi diosa de la Victoria, mi mujer. Pero para ello era necesario que me curase. Y ella me curó gracias a la potencia indomable e insondable de su amor, donde la profundidad de pensamiento y la destreza práctica rebasan los métodos psicoanalíticos más ambiciosos".
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Salvador Dalí y Gala |
El
gran masturbador constituye una especie de
"autorretrato blando". La representación del rostro de Dalí aquí está bañada por el
cansancio. Apoyado en el suelo, deja que las
hormigas le empiecen a recorrer el rostro y que un
saltamontes enorme se suspenda sobre su perfil. Sin embargo, esta visible fatiga contrasta con el rasgo facial más característico de Dalí:
su bigote. Ha sido sustituido por
una orquídea y un torso femenino que se elevan de la misma forma en la que Dalí moldeaba su bigote. La expresión de esta mujer es de éxtasis puro, dispuesta a
realizar la felación que le da título al lienzo. Para ello, también surgen de la cara de Dalí unas
piernas de aspecto marmolíneo que se inclinan levemente, receptivas, al rostro de la mujer. Todo ello se enmarca en un
paisaje austero, típico en toda la obra del autor, en el que podemos distinguir la nítida línea del horizonte. El resto de elementos que lo componen, aunque parezcan dispuestos de manera arbitraria, guardan una
composición armónica con el todo (las raíces, las piedras, los amantes bajo el saltamontes...). Entre ellos, cabe destacar el
rostro felino situado debajo de la mujer, que dirige su lengua hacia ella, incidiendo en el
carácter erótico de la obra.
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Salvador Dalí, El arpa invisible, fina y mediana. 1932 |
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Salvador Dalí, Cráneo atmosférico sodomizando a un piano de cola. 1934 |
Estas dos obras completan la significación del
funcionamiento sexual daliniano. En la primera aparece Gala alejándose de espaldas con las nalgas todavía descubiertas, mientras que
"la cabeza erecta que brota" está sostenida por una muleta, y tiene un aspecto de post-coito. Dura y blanda a la vez, representa el
instinto sexual cerebralizado y sublimado por el arte. La segunda, por otra parte, contiene un símbolo que se repite en otras obras del autor:
el piano de cola. Para Dalí era la representación de la hembra.
Siempre se ha asociado el erotismo en la obra de Dalí con las hormigas. Sin embargo, contiene muchos otros elementos a veces escondidos y representados de manera implícita. A pesar de la afirmación por su parte de ser "to-tal-men-te im-po-ten-te", Dalí da rienda suelta a su subconsciente y plaga sus cuadros de símbolos sexuales, quizá solo destinados a ser percibidos por aquellos ojos acostumbrados a su obra.
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