Si hubiese que describir esta imagen con una palabra, ésta sería "sufrimiento", que es el sentimiento que destila este autorretrato de Frida Kahlo.
Me veré obligada a volver a ella con relativa frecuencia, pues su intensa vida está repleta de grandes acontecimientos, la mayoría de ellos desgraciados. A pesar de morir con 47 años, esta pintora mexicana nos ha dejado un gran número de obras, que describen, porque tal era su intención, el estado de ánimo de la artista mientras nos narra la historia de su dramática vida.
Frida nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, un pueblo, en aquel entonces, de la periferia de la Ciudad de México. De madre mexicana y padre judío, Kahlo siempre pensó que su verdadera vocación era la medicina, y por ello se matriculó en 1922 en la Escuela Nacional Preparatoria. Sin embargo, pronto (tres años después) decidió dedicarse profesionalmente a la pintura.
Frida Kahlo (izquierda) vestida con traje de chaqueta junto a su familia
Esta pintora es célebre por sus múltiples autorretratos, como el que hoy comentamos. Para comprender mejor el significado de la obra, habría que narrar la experiencia que la llevó a pintarse a sí misma de esta terrible manera: el accidente que sufrió el 17 de septiembre de 1925.
Accidente, 1926. Kahlo plasmó el trágico suceso sobre papel un año después.
Ese día, cuando finalizaron sus clases en la Escuela, una Frida de 18 años decide tomar el autobús de vuelta a casa junto con su amigo Alejandro Gómez Arias. Un choque mortal con un tranvía provoca la muerte de varios pasajeros del autobús, pero Frida sobrevivió. Sin embargo, no salió ilesa de aquel accidente, sino que allí tendida en el suelo se hallaba Kahlo atravesada por una barra de hierro.
Esto provocó que tuviese que pasar varios meses en cama, con el torso escayolado. Pero las consecuencias se dejarán ver a lo largo de su vida, pues ya siempre estuvo condenada a no tener hijos y supeditada al hecho de tener "La columna rota", título del cuadro.
La obra la pintó en 1944. En ella vemos a una Frida martirizada, con el cuerpo repleto de clavos y una sábana cubriendo parte de él. El pecho se abre para mostrarnos su columna. La pintora aprovecha la polisemia de la palabra para representar en su lugar una columna jónica, agrietada, reflejando así metafóricamente la rotura de sus vértebras y, en un sentido más amplio, su dolor general. El cuerpo parece sujetado solo por el corsé, que tuvo que soportar durante casi toda su vida. Por último, Frida nos deja claro su sufrimiento autorretratándose con lágrimas resbalando por el rostro.
Los colores del fondo son oscuros. El paisaje está desnudo, como la propia artista, y tiene un suelo árido y seco, propiamente mexicano. El paisaje mexicano es el fondo más común en los cuadros de Kahlo, y en éste no hace una excepción. Pero aquí representa el aspecto desértico del país, pues el tema de la obra así lo requiere; no ocurre lo mismo en otros autorretratos, donde la vegetación cubre el fondo del lienzo. Siempre dependerá, como ya hemos comentado, del estado de ánimo de la artista.
Los cuadros de Frida, si bien no poseen la perfecta pincelada de Dalí, reflejan un surrealismo drámatico que no deja indiferente a aquel que contempla su obra.
Para una descripción completa de la vida de esta pintora, os recomiendo la película Frida, bastante fiel a su vida, protagonizada por Salma Hayek. El colorido de la misma, la perfecta integración de las imágenes de los cuadros y la espectacular banda sonora hacen que esta película sea altamente recomendable, incluso para aquellos que no estén especialmente interesandos en la vida de Frida Kahlo.